27 jun 2020

Escritura automática

Imagen
-Woman in white by Valerie Hegarty.-

El sol del mal,
como un líquido antecesor al hastío de los cuerpos.
¿Por qué vivimos no es lo mismo que para qué vivimos?
¿Acaso no buscamos incesantemente
hincar el aullido mediante el colmillo
de nuestras fauces sobre lo inerte de la materia?
¿Adónde miran tus ojos añiles,
presos del desajuste de las vibraciones
que conformaron en algún tiempo remoto
el desenlace de la existencia?
¿Qué pensamientos rondan por tu mente
tanto en el día como en la noche
como una búsqueda de la búsqueda
que en realidad quieres acometer
contra el tiempo que resta?
Cruces de caminos;
el lugar idóneo para poder poner en venta
lo que quede del alma cuando nunca ha existido
más allá del imaginario colectivo de aquellos
que crean un otro lado.
¿Por qué, Dios, estoy obligada a vagar
por los suburbios de mi mente,
en las profundidades de los jardines
que creé en el pasado,
como un iracundo fervor del impulso
en mi maltrecho avance en este descorazonador
mundo que ya estaba ahí cuando nací?
¿Qué clase de misericordia, bajo los términos
ya impuestos por la existencia, puedo elucubrar
si no es aquella que tengo delante de los ojos?

La espada de la serpiente serpentea
por la lengua de mis antepasados que antes que yo
descifraron los enigmas de la carne y de la mente.
Un grito a la luz tenue del segundero.
Un atisbo de las premoniciones que hago entender
sobre el infortunio del futuro, sobre la sed
que me ronda, que me ata, que me atrae a sí
con la fuerza de mil soles en descendo
hasta lo profundo del Egos y del Logos,
pues ya no soy superficialmente el raciocinio
que la lucidez del ayer vendó mis ojos con nácares.

El Yo fragmentado; el Yo en tela de juicio;
el Yo desfigurado en base a la modificación
en evolución de lo que soy.

Una mujer que no es ni mujer, ni hombre, ni infante.
Soy sólo un cuerpo y una mente que avanza constantemente
hacia mí.

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