11 oct 2013

Establecidas

Pusimos a punto nuestras armas, acicalando cada recoveco de sus estructuras, abrillantando las zonas polvorientas y carcomidas y reconstruyendo desde los cimientos nuestras capacidades muertas. Levantamos la mirada casi al unísono y perdimos la orientación al mirarnos a los ojos. El tiempo parecía espesarse con el aire, congelando los átomos en el universo y creando una atmósfera, que como una bomba nuclear, sería difícil de olvidar y separar de nuestros huesos.

Desdoblamos lo que somos, relatando nuestras historias y descosiendo las heridas, sin dejar de apuntarnos directamente, dejando a los sucesos hablar por sí solos. Y caí en el hecho de que tal vez sí hagan falta palabras a veces que justifiquen nuestros actos, que no es suficiente con decirnos las verdades y actuar en consideración con ellas, que hace falta también decir a veces por qué las hacemos.

Sólo nos apuntamos y miramos cómo somos, viviéndonos poco a poco, esperando que empiece el invierno para cobijarnos en nuestros duelos de silencios. Nos desafiamos, nos provocamos, para hacer caer el telón y descubrir de qué aciertos estamos hechas. Y ninguna baja esa guardia inamovible, aguardando el momento de explotar como los días que amanece antes de tiempo.

Porque aún nos quedan muchos motivos para echarnos de menos aunque aún tengamos que despertar de sueños que ya se están cumpliendo.