Si tan sólo se diera la vuelta se daría cuenta que el mundo está hecho para creernos libres.
Si tan sólo dejara de mirar su reflejo en cada par de escaparates que le recuerdan sus finales. Que su vida no es un cuentecillo de Shakespeare, para entretener a ese público que aplaude sin saber de la trama que tejen sus palabras de aguja. Y ella se sigue creyendo cada despertar como un "sigues viva", que no se alimenta de las luces bohemias de calles sin tránsito. Que cada palabra que suelta, anuda hasta el tope las corbatas de cada una de las personas que intentan darle un aprecio. Sin embargo, ella no deja que sea otra, no mejora ni se demora, ni es sutil, ni lo esconde, simplemente le pone mute a sus dolores y le da al reset cada vez que termina un día mal llevado.
Y no traga la saliva que no gasta en palabras inútiles. Ya no necesita un respiro, porque lo hace continuamente. Y abre la nevera, y la inseguridad sigue ahí, sin caducar.
Quizás el secreto esté en cada aleteo de pestañas en un autobús, en cada cerrar de ojos en un abrazo. Tal vez pudiera nutrirse de sus sueños por vía intravenosa, para que hicieran más efecto. Pero cada vez los ve más por encima de personas que acaban de llegar, como si hubieran llegado empapados, atravesando las sucias calles disecadas bajo una sábana de lluvia inesperada. Ella lagrimea un poco y piensa en razones por las que el cariño le escuece tanto al recibirlo que casi no se deja. Y recuerda sus ojos, y los mira siempre que puede, y se encuentra otro escaparate dónde reflejarse. Pero esta vez es cálido, como cada parte de sus soles. Y ella piensa que parece como si esa persona brillara sólo para ella y se jura mantenerla siempre por encima del cielo.
Ve sus sombras, ve sus fantasmas alejarse con las palabras guardadas en cajas de mudanza. Porque donde tenían lugar ahora sólo caben sus risas y preciosos aspectos expuestos a través de esos escaparates que la llenan de sustos. Y sonríe con ellos y acaba sacándoles brillo Y los sustos, los sustos sólo son motivos para seguir siendo valiente.
Y anochecía sus ojos y amanecía a su lado. Y se devoraban al atardecer siempre que podían.
Y esa es la historia que comienzo a escribir últimamente, esperando que siempre comience diferente y nunca acabe de la misma forma.