24 feb 2013

El punto medio



He perdido el tiempo de la mejor forma que he encontrado y es conociéndote. Horas que pasan, arrastrando los pies, en esta estación que me pide a gritos que me largue.
En cambio, aquí sigo, desafiando a esta ciudad una vez más, desafinando al contar las veces que te miré a los ojos y bajando al infierno en esas ocasiones en las que no lo hice. Me quedé, me guardé, comprimida, pequeña, absoluta, en tus pupilas sedientas. Me autodestruí para recobrarme lo que me debo y caí en el hecho que tengo más cuentas pendientes con tus pestañeos y tus labios a medias, que las que tendré jamás con cualquier astro que se precie.
Tus ojos, secuaces el uno del otro, grandes sicarios que golpean fuerte los puntos débiles que te dejo ver. Son marrones y azules, en el fondo, inmersos en el tiempo, inmensos como las horas que pierdo sentada esperando el siguiente autobús.
Son tus ojos enormes, profundos como los besos que me plantas en la boca, que riegas a mordiscos y crecen, cosechando las verdades que te digo.
He de confesar que no me gusta Madrid. Al menos, sin ti no, que sus paisajes y sus callejuelas bulliciosas son más bonitas con una tú riendo en primer plano y el resto del mundo en desenfoque.
Madrid no es nada sin tu boca haciendo manitas con tu hoyuelo, sin pillarte observándome de vez en cuando. El frío que hace aquí  sería igual que en todos lados de no ser por tus abrazos y esas sábanas que, cubriéndonos, nos hacen pasar inadvertidas al resto del planeta por unas horas. Esas horas que me haces ganar.

Podría hablar del color de tus labios, granates, como la sangre que a veces se me congela con tus distancias cortas.
Podría hablar del caminar de tus dedos por el puente de mi columna, donde me confesaste que te colgarías si te dejara. Podría hablar de tus recorridos a pasos titánicos por mis delirios de éxtasis.
Podría hablar de las calles en las que estuve, contigo enfrente, rellenándome los huecos con lo mucho que me hace falta.
Podría decir que a oscuras es cuando más hago que brillen tus ojos.
Y escribo pensando en tus acentos, en tus aciertos, en tus comas y en tus puntos suspensivos.
Escribo que podría hablar de que podría hablar mucho más de ti. Y sé que confías en que algún día lo haga.
Y sé que podría hablar de atiborrarme sólo de esos bocados que les doy de vez en cuando a esos dos buenos motivos pertenecientes al conjunto de los muchos que posees que me han llevado a putearme un poco, a reírme de asesinar un tiempo que no echaré de menos porque fue mi víctima por ti.
Mataré el tiempo por ti, romperé los relojes contra tus clavículas, tus escápulas, tus costillas. Contra tu fragilidad, para que se quede parado y nunca consiga ni irme ni colgarme de ella.

Podría hablar de lo bien que le queda al cielo tenerte debajo.


Porque chica, no me gusta Madrid, con su gente hambrienta de prisa y el consumismo como un alimento más. Una Madrid ebria del vino barato de cartón de sus excesos. Una
Madrid vagabunda de secretos de amantes que buscan quererse a medias, a mitad del país.


Qué rota Madrid y qué bien la recompones. Qué punto medio tan bien elegido y qué bien nos queda.

Y qué bien le quedas a Madrid, desde luego.

19 feb 2013

Ella y el resto



Me gusta un “ella”
Cuando lo escribo con la intención
De que sea ella quién lo lea.

Me gusta un “ella”, corto,
Como los muerdos a escondidas
Que nos dimos a kilómetros
De nuestras vidas.

Me gusta un “ella”, y el cómo suena
Cuando yo soy quién lo digo.
Ella y el resto, y el resto ojalá
fuese yo.

12 feb 2013

Mirémonos




Mirémonos. Tú allí y yo aquí, no valemos nada. Mírate tú, tan segura de que me has olvidado que la mentira levanta la mano para protestar por tu ignorancia. Y mírame, queriéndome esconder esos dedos que me muerdo cada vez que no lo haces tú. Y mírate, queriéndome decir algo que ni tú misma te has dicho. Y mírame, remendando las costuras por dónde se me escapa la goma espuma que evita que me hagas daño. Y mírate, tú que intentas hacérmelo y no te sale. Hacerme daño, hacerme el amor y las desigualdades más incapaces de limarse que la última vez que me emborraché con tus ojos. Y no te sale, pero mírame, qué poco me ha costado darme cuenta que has clavado tu bandera en territorio inexplorado siendo la astronauta de los lunares más recónditos de mi anatomía. Y mírate, tan innecesaria que realmente te has petrificado para mí, mirándome con el sin sentido de tus ojos, tejido estelar del que me zurzo las sábanas.
No, no te necesito, pero te miro como si así fuera. No, no vales la pena, pero de nuevo vuelvo a dedicarte palabras de tallas más grandes que no te quedan bien, porque ellas son enormes y tú diminuta. Y mírame, deseando que sólo lo hagas una vez más. Y míranos, mirándonos con las nucas, buscando una excusa para girarnos y explotar. Radiactivas, tóxicas, letales. Así las mujeres que me amaron, así la mujer que he llegado a ser.

6 feb 2013

BSO


 
Volver a mi centro. Qué tarea tan ardua la de reunirme de nuevo, cuando mis pedazos han estado solos y perdidos tanto tiempo que no se reconocen. No casan unos con otros, discuten o se quedan en silencio y jamás hablan de ellos mismos y de lo que fueron.
Podría tolerar el dolor, el rechazo, la ignorancia. Podría soportar que me quisieran a medias y lo que supone que esto ocurra. Podría soportar sentirme culpable, enfadarme o querer desaparecer.
Lo que no tolero es la ausencia de sentimientos como emoción.
El vacío. La sucesión de situaciones, momentos, polvos que se acortan, se olvidan. Lo días como otros cualquiera que antes hubieran sido los que marcan la diferencia.
Comienza el descenso. Convertirme en el arquetipo de mujer que quiere acceder a y se muestra inaccesible. Sin sentir, roce de ecos que me prenden fuego.
Cerca de todos, del lugar donde se supone que me gusta permanecer y lejos de entender qué es realmente lo que quiero.

Porque, al fin y al cabo, la vida no es más que una misma canción en bucle: cuanto más la escuchas, menos la entiendes. Tal vez sea ese mi problema. Tal vez tenga que cambiar relevancias, redirigir la mirada y cambiar el repertorio.

Porque mi mejor banda sonora es la que canto con mi voz.