llamarte así
le quita importancia a los astros,
pues te has vuelto incandescente
con el paso del tiempo.
Ya no hace falta,
que siga el mundo
demorando las horas
que devoro yo
con los ojos cerrados,
pues con las sobras de mi paciencia,
puedo esperar lo suficiente
para llenarnos de importancia.
Devoro tus días y tus noches
-y créeme que me gustaría
devorarte a ti si te tuviera-
Aunque es un secreto que reservo
para el día en el que ni las horas,
ni los kilómetros, ni el miedo
sean partícipes de este baile
a media luz que nos damos
con tu risa.
Quién diría,
ahora que me faltas,
que algún día acabaría
por no sentirme reinventada
en tus manos de arquitecta.
Y aún así,
hablemos de no poder, de equivocarnos,
y nunca el tema principal
serán nuestros labios juntos al fin.
Déjame decirte, despertarte el ingenio,
y quedarme completa y llena de parches,
en tu vida hecha jirones incurables.
Que yo te curaré,
que suturaré cada engaño y mentira
que se han atrevido a contarte,
con mi hilo temporal, escaso y único.
Y sólo por ti, que sigues significando,
y sólo por mí, porque mereces la pena,
porque vale la pena arreglar
lo que una vez rompieron niños
que siguen siéndolo.
Déjame que te diga
que desde que te conozco
y sé lo que te duele,
no pienso en otra cosa que no sea
en salvarte.
-Y no tengo capa, ni insignia,
pero sí tengo sueños-.