6 jul 2011

Números rojos

Miro por la ventana   
y llueve en sus cristales
que no son sino los míos
cubiertos por esta mierda de día.  


Se me escapa, entonces
la risa entre los dedos 
y ahí va  
como siempre se va y no vuelve


¿Cómo la tuve?  
Que su nombre no tiene eses 
pero sisea cuando la nombro 
cuando sus curvas acaricio en el insomnio.


Que le he contado las pecas 
de su pelo, los cabellos
que son sino sus largos dedos  
donde esa risa que vuela se queda.


Y cierra su mano, 
y por eso no sale. 


Y planea por las nubes,
que se forman cuando escupe
esas cosas que dice
que ni de lejos suenan dulces.


Porque a ella nunca le gustó 
el sabor del chocolate
pero sus labios siguen sabiendo a él.


Que ni de lejos sigo siendo yo,
que hace cinco versos que repetí
la mitad de lo que pone 
en el primero de esta estrofa.


Que no soy de repetir lo que digo
y menos lo que hago
pues suena aburrido
y ella no se merece que le haga tanto caso,


A lo mejor es hora de dejar
lo que un día tú y yo empezamos
que estoy harta de que el viento
se lleve, además de las palabras, tus encantos.


Que no sé si soy yo
pero cada vez que follamos todo va mejor
y follamos sólo cuando tú quieres.



4 jul 2011

El inconformismo de Pine


Pine era una chica lista, una chica triste, una chica con problemas que sólo eran muchas historias que contar, miles de libros que escribir.
Y se pasaba la vida amando, y se pasaba las noches despierta intentando averiguar cómo mejorar el mundo. Cómo hacer para que las personas amasen. Pero nunca encontraba la respuesta y muchas veces terminaba llorando.
"¿Qué nos hemos hecho?", sollozaba una y otra vez entre las hojas de papel gastado a lágrimas y tinta. Pues ella aún creía en el amor tanto como en sí misma, pues ella aún creía en los ladrones del corazón.
Y su familia, harta de su dolor inducido sin motivo, le decía que así son las cosas, pequeña Pine. Así son las cosas y debes conformarte con ello.
Pero Pine nunca se cansaba de reír, de regalarle sonrisas en cajas, atadas con los lazos de sus abrazos, rodeándolas de besos de limón, que siempre acababan guardadas en cajones vacíos y olvidados.
Pues hasta de su propio vacío inexistente, aquellas personas se olvidaban de que sí que existían.
Pine soñaba con que algún día se levantara y dijera "¡Hoy es un día grande!, de que se sintiera bien como casi siempre pensaba en sentirse, que fuera feliz como casi siempre pretendía y nunca conseguía. Porque Pine era inconformista, Pine no buscaba, Pine encontraba. Porque Pine proponía y se hacía realidad.
Pero vivía en sus propias inseguridades, amando a la persona equivocada y equivocándose de que esa persona le amara a ella.
Se preguntaba una y otra vez dónde quedaban los días en los que parecía que todo iba siempre bien y que iba a durar, dónde las palabras NO se las llevaban el viento y decir "te quiero" era como hacer explotar una bomba en el estómago.
Ay, pequeña Pine, cuánto miedo debes de tenerle a la soledad o, mejor dicho, cuánto miedo debes tenerle a quedarte sola contigo misma.
Porque es verdad, Pine lo sabía. Sabía, y lo tenía muy en cuenta, que las personas cambian y que tal vez no vuelvan a ser lo que eran. Y ella lo aceptaba pero añoraba esos días dónde hacer el amor era divertido y besarse era un juego de niños.
Ahí, sin quererlo, Pine se dio cuenta de que había crecido. Y con ella, todo su alrededor. O mejor dicho, se dio cuenta de que todo su alrededor había crecido y ella tuvo que hacerlo por la fuerza.
Tuvo que madurar a la fuerza, que aguantarse las ganas de morder el globo terráqueo como si fuera una piruleta y correr revoloteando su pelo de colores. Y de levantarse la falda del vestido aunque nunca llevara vestido.
Porque se percató de que cuando te hacen daño, tu madurez crece 3 centímetros. Es algo que está comprobado.
Y Pine sufrió tanto, Pine sufre tanto... Pero sigue siendo risueña, sigue soñando con helados de limón en una playa desierta, con besos salados, con abrazos bajo la lluvia, con canciones al oído...
Suena con ser típica, con ser ignorante, inocente, indiscutiblemente fuerte, simple y desaliñada. Con acostarse con esa persona un sábado y despertarse un domingo sin haber dormido apenas dos horas.
Porque del amor como de la vida, siempre se espera más y nunca se está satisfecho.
Y Pine era una chica tan inconformista... Sigue siendo la misma niña que no quiere hablar con nadie y ama en secreto. Porque si hablara, su amor se lo llevaría el viento, como los vestidos que nunca se pone.
Porque Pine sigue soñando con levantarse algún día y decir "¡Hoy es un día grande!".