¿Dónde empieza la necesidad y dónde el deseo? ¿Cómo sabes
por dónde has de caminar si pareces andar campo a través?
Como si esta sensación fuera un puñetazo que te da el alma
para que te des cuenta de lo que te estás haciendo, así siento mi estómago hoy.
La nostalgia parece ser lo único que hay hoy para comer.
Echo de menos ser niña y que la única exigencia sea que me
coma las lentejas. También echo de menos ir al colegio con los ojos pegados y
sacar las asignaturas con matrículas de oídas. Que ir al parque sea una
aventura cada tarde. Que dibujar sea lo que más me gusta del mundo mundial y
sentirme especial por ello.
Como desearía llorar sólo cuando, subiéndome a los árboles,
me caigo de ellos y la rodilla me empieza a sangrar. Y ser capaz de lamerme la
herida y volver a subir.
Quién no quisiera volver atrás. Quién no querría que todo
fuese fácil, nunca crecer, vivir en una felicidad infinita y pura como lo es
ser niño. Y jamás cansarte de sonreír y de que ningún monstruo parezca lo
suficientemente grande como para vencerte. Que tus únicos miedos sean fáciles
de sobrellevar. Quién no quisiera que la oscuridad a la que antes temías se
cambiara por la que siento yo ahora.
Y sé que esto que siento hoy, volverá a invadirme la mente
dentro de treinta años cuando recuerde quién era y quién soy. A cuántos amé y
cuántos me odiaron por no hacerlo. Mis victorias y mis fracasos, marcados como
cicatrices en cada lugar dónde dejé que me doliera algo. Viviendo la vida
siempre joven, sin miedo al temible después, el ir y venir de cada existencia
humana sin saber el comienzo ni el final de esta. Escribiendo en tus pies el
camino a seguir, esperando, teniendo fé ciega en las expectativas que tú mismo
te impones como “por cumplir”. Siendo constante y estúpido, ignorando el
tiempo, ingenuo de tu propia equivocación obvia, sufrida y sangrante. Cuando
estás allí y no aquí, en el tiempo y te dices “valió la pena” es cuando no
perdiste el tiempo con matices. Cuando elegiste, cuando te equivocaste. Y
cuando muchas veces diste en el blanco.

Porque como me decían a mí al caer del árbol y agarraba a
llorar: “Levántate, ese dolor es sólo el golpe”.
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